La inversión del sector logístico en IT no para de crecer pero, ¿qué impacto real está teniendo sobre las operativas? ¿Cuál es el potencial de las tecnologías blandas? ¿Y de las duras?

La pandemia y las posteriores interrupciones de la cadena de suministro han sido identificadas como las mayores amenazas de los últimos dos años. La incertidumbre generada por esta situación ha llevado a reformular estrategias que, en la mayoría de los casos, han encontrado un mismo aliado: la tecnología.

De hecho, según las últimas cifras, 9 de cada 10 ejecutivos consideran que las TICs son clave para asegurar el progreso de la cadena de suministro.

Sin embargo, viniendo de un año sin precedentes en cuanto a inversiones tecnológicas para la supply chain y la logística – 33.600 millones de dólares solo en 2021 -, los expertos alzan la voz: hay que frenar y analizar.

La automatización y digitalización son imparables, más si cabe en este sector, pero es necesario reflexionar la idoneidad de cada herramienta y, sobre todo, su finalidad. ¿Es mejor una tecnología blanda? ¿Una dura? ¿Por qué deberían implementarse en toda operativa?

Sentando las bases: la tecnología dura y la tecnología blanda

Las tecnologías pueden clasificarse como blandas o duras, aunque, habitualmente, la mayoría suelen encontrarse dentro del rango entre estos dos extremos. No obstante, conocer la diferencia entre ambas ayuda a elegir cuál es la herramienta óptima para afrontar la tarea con la mejor relación inversión-retorno.

La tecnología suave, por definición, se considera tecnología no tangible, es decir, no se percibe visual y tácticamente. Esta resulta de la aplicación de procedimientos, normas y todo lo que el hombre pueda implementar, con su cocimiento, con el fin de buscar la optimización de los procesos.

Por su parte, la tecnología dura es aquella que permite ofrecer herramientas de trabajo a través de equipos, dispositivos y maquinarias, que buscan reducir dificultades y procesos complicados. En otras palabras, automatizan, mecanizan y administran mejor las operaciones que, habitualmente, consumen más tiempo y dinero.

¿Qué usos tienen las tecnologías duras?

Las tecnologías duras están presentes en el día a día de millones de personas. Estas, en líneas generales, agilizan la vida de los seres humanos, simplificando muchas de sus actividades – coches, ordenadores, incluso cafeteras -.

Su desarrollo está estrechamente ligado a la tecnología blanda, ya que de ella toma los procedimientos que se deben usar para responder a las necesidades.

En un sentido práctico, las tecnologías duras nos permiten contar con las herramientas necesarias para llevar a cabo una determinada tarea, independientemente de la complejidad de la misma.

¿Y las tecnologías blandas?

La tecnología blanda involucra directamente el conocimiento y la creatividad del ser humano. Se basa en el principio de “know-how”, donde se aplica la formación y el conocimiento para afrontar los procesos.

Con ello se optimizan las operaciones de cualquier organización, sobre todo las partes administrativas y comerciales. De esta manera no solo se construyen procesos internos, también se abordan las relaciones sociales dentro de las organizaciones.

En este sentido, el uso de las tecnologías blandas abarca desde el desarrollo de las estrategias empresariales hasta la creación de softwares que permiten la puesta en marcha de las tecnologías duras.

¿Cuál es la tecnología más adecuada para la logística?

A raíz de las situaciones vividas en los últimos meses, gran parte de los perfiles decisores de la cadena de suministro y la logística han optado por invertir en tecnología como método para responder frente a las interrupciones que amenazan su negocio.

Sin embargo, las cifras arrojan una realidad innegable que responde a la pregunta planteada más arriba. Y es que, mientras el 59% de las empresas han enfocado esos esfuerzos económicos en inversiones tecnológicas al uso – es decir, en tecnología dura -, el 53% lo ha hecho en aplicaciones administrativas como soluciones ERP, CRM, WMS y TMS.

De esta manera, tecnologías blandas y duras se retroalimentan, formando un binomio perfecto capaz de resolver problemáticas en entornos más controlables, como pueden ser los almacenes, y en ambientes más sensibles a factores externos, como el transporte marítimo internacional.

Así, el sector es capaz de beneficiarse de la tecnología blanda en todas las fases de una operativa, de principio a fin. Esta permite analizar, formular estrategias y desarrollar protocolos capaces de responder a los problemas que pueden surgir en las fases previas y durante el desarrollo de la actividad.

Del mismo modo sucede con la tecnología dura, capaz de hacer tangibles los avances planteados en su contraparte. Así, desde robots hasta grúas, pasando por barcos y aviones, esta rama facilita la gestión de tareas que, habitualmente, suponen un sobreesfuerzo humano en cualquier fase de la operativa.

En conclusión, aunque muy diferentes, ambos tipos de instrumentos añaden un nuevo nivel de sofisticación a la logística, reportando tanto beneficios económicos – al reducir los costes y mejorar la eficiencia – como operativos. Sea cual sea el foco de la inversión, la logística debe tenerlo claro: la tecnología es sinónimo de mejora.